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En el viejo reino de León nació Castilla

La primera referencia a Castilla, como entidad individualizada dentro del Reino de León, se produce con el Conde Fernán González, fundador del Condado de Castilla (970) con capital en Covarrubias.

En el año 1065, a la muerte de Fernando I, Sancho, su primogénito se convierte en el primer Rey de Castilla como entidad política autónoma y distinta del reino de León.

Pero no es de Castilla como territorio o división política de lo que quiero ocuparme, sino de su espíritu, el conocido como “espíritu castellano”.

El embrión de este espíritu tuvo que ver con un acontecimiento que se produjo en el último cuarto del Siglo IX en una franja que, desde los Montes de León, discurre hasta el llano jalonada por las fértiles vegas del Esla, del Porma, del Órbigo y del Carrión.

Concurrieron en este territorio y en este tiempo tres culturas, las tres cristianas pero de muy distinto carácter:

    • La fuerza conquistadora astur venida del norte, acaudillada por Alfonso III con su impronta de ambición, destreza y vigor.
    • El componente mozárabe, que subió desde el sur con los monjes, portadores de la cultura romana que mantenían muy viva, así como de los saberes cultivados en Al Andalus, su arte, sus costumbres y sus devociones.
    • La corriente continua de peregrinos que, desde todos los puntos de la cristiandad (entonces reducida al sur y centro de Europa) caminaban desde el Este hacia el Oeste, abriendo a su paso los ojos de los habitantes de estas recias tierras, hacia otras realidades, generando a su paso una coalición del poder espiritual y temporal con el común propósito de favorecer su llegada a Santiago y su retorno.

La confluencia de estas tres fuerzas produjo el germen de este espíritu genuino, que, andando el tiempo, impulsaría la conquista de un nuevo mundo pero que, he aquí lo admirable, nació en el viejo Reino de León en torno a los Monasterios de San Pedro de Eslonza, San Miguel de Escalada, Sahagún, Carrión de los Condes, etc…

Durante los siglos siguientes este germen no hará sino crecer:

Crecerán las sucesivas oleadas de monjes mozárabes haciendo visible su presencia en todos los reinos del Norte, desde Galicia hasta Cataluña y sur de Francia.

Crecerá de modo extraordinario el número de peregrinos hasta contarse por cientos de miles en el Siglo XII.

Por su parte, el impulso reconquistador proseguirá imparable.

En el año 900 Alfonso III llevó la reconquista hasta el Duero con la toma de Zamora (Castilla niña)

En el año 1085 Alfonso VI conquistó la mítica ciudad de Toledo, ampliando los horizontes castellanos hasta el Tajo (Castilla joven)

En el año 1236 Fernando III el Santo conquista Córdoba y después Sevilla (1248) ampliando Castilla hasta el Guadalquivir (Castilla mujer).

Fernando III

Siempre se ha dicho que Castilla es “mística y guerrera”. Algo ha de tener que ver con ello el carácter de sus primigenios componentes.

Ello explicaría también que junto a figuras de acentuado tono guerrero (El Cid – Fernando III el Santo) aparezcan elevadas figuras de las letras como su hijo Alfonso X el Sabio (1221-1284) o su nieto el Infante Don Juan Manuel (1282-1348).

A veces las armas y las letras se fundirán, de modo entonces harto admirable, en una sola figura, como en el caso de Don Iñigo López de Mendoza, Marqués de Santillana (1398 -1458).

En el año 1492 los Reyes Católicos entraron en Granada culminando el proceso reconquistador y reuniendo bajo su corona el amplio territorio peninsular. Entonces Castilla y España eran la misma cosa.

Bajo el reinado de Felipe II España forjó un Imperio y el espíritu castellano impregnó el continente americano y Asia (Filipinas).

Pero con el declive del imperio sobrevino el paulatino decaimiento de España y, sobre todo, de Castilla.

El siglo XIX es tiempo de disgregación y nacionalismos. Castilla quedó marginada y tratada como “madrastra”

Independencia de Cuba

El Siglo XX es de postración. Los viejos mitos (místicos o guerreros) son sustituidos por el del “honrado labrador”. Es el agricultor de los cuadros de Vela Zanetti. Es el Sr. Cayo de Miguel Delibes. La Castilla de Delibes es la crónica del abandono y de la tristeza.

Pero una cosa es la suerte de Castilla como territorio y otra la del espíritu castellano, que quedó enraizado en todos los países y territorios donde los castellanos-españoles ejercieron su influencia.

Así, dentro de la propia península ibérica, el componente castellano es muy visible en Extremadura, Castilla la Mancha y en Andalucía (más en Córdoba que en Málaga, etc…)

Es igualmente perceptible, en mayor o menor medida, en los distintos países iberoamericanos.

Los países europeos viven una profunda crisis. Han apostado todo por la economía y se han olvidado de la cultura, el humanismo y la espiritualidad. Los resultados han sido catastróficos.

Quizás sea hora de recuperar viejos valores y adaptarlos a las circunstancias actuales, tomando lo mejor de cada tiempo. Bueno es por ello recordar ahora que en los montes del viejo Reino de León, a finales del Siglo IX, surgió un espíritu con elementos aprovechables para nuestro tiempo: Espiritualidad, austeridad, cooperación y humanismo.

Fernando Santos Urbaneja