Centuria Romana Munda
Montilla, 12 de Marzo de 2005

Sentenciador:
D. Fernando Santos Urbaneja
La Sentencia Romana se desarrolla en dos actos.
La exposición argumental tiene lugar en el Salón “San Juan de Dios” anejo al Ayuntamiento de Montilla. Se trata de una antigua Iglesia de planta octogonal. Su hechura, dimensiones y su elevada altura dan al recinto un aire de solemnidad que le hace muy apropiado para la exposición de temas profundos.
La Centuria Romana acompaña al sentenciador hasta el recinto y se retira dejando en él sus insignias y una pequeña guarnición en su custodia.
Terminada la exposición, la Centuria Romana recoge al Sentenciador y Autoridades y organiza un cortejo hasta la Iglesia de Santiago que dista del Salón unos ochocientos metros, donde tras los pertinentes trámites se dicta el Fallo ante la imagen de Cristo.
El Fallo, de manera ineludible, tiene que ser condenatorio. Se trata de un profundo acto de contrición al que se llega a través de la meditación sobre la tremenda injusticia de la condena

EN EL SALÓN SAN JUAN DE DIOS
Excmo. Sr. Ministro.
Excelentísimas e Ilustrísimas Autoridades, Junta Directiva y miembros de la Centuria Romana Munda, Señoras y Señores, amigos todos:
Es por todos conocido que he recibido el encargo de juzgar a Jesucristo y de dictar sentencia.
Los sentenciadores que me han precedido han formulado sus fallos tratando de modo admirable diversos aspectos de la pasión y muerte de Jesús.
Se han analizado los aspectos históricos, el marco geográfico, las garantías del proceso.
Y se ha hecho con tanto rigor y profundidad que me he sentido incapaz de aportar en estos campos nada nuevo.
Por ello he optado por un planteamiento distinto.
Me propongo juzgar a Cristo, no tanto reviviendo o recreando los episodios de su pasión y muerte sucedidos hace XX siglos, sino en función de lo que su pasión y muerte ha representado desde que estos cruciales acontecimientos se produjeron y, en concreto, por lo que representa o puede representar en nuestra sociedad actual.
Juzgo a Cristo:
Por las vidas que ha cambiado y por las que puede cambiar.
Por las iras que ha contenido.
Por lo que representa de paz o de amenaza, de conciliación o de enfrentamiento.
Por eso hoy no va a ser Pilatos ni Caifás el centro de atención, ni voy a detenerme en esos magníficos personajes secundarios que son Judas, Pedro o Barrabás.
Voy a juzgar a Cristo a partir de una historia de nuestro tiempo.
Una historia de tecnología y casi de globalización.
Una historia de fe y de dudas, de opinión sobre lo que es justo o injusto.
Una historia cercana y sencilla, de la que cualquiera puede sentirse protagonista
Una historia que es verdad y puede no haber sucedido.
LA HISTORIA ES LA SIGUIENTE:
Un día, hará unos diez años, mi vecino Pepe me dijo.
¿Te acuerdas de Johnny?
Pues…
Sí, el chico americano que hizo el intercambio con mi hija Ana cuando estaba en el instituto.
Ah sí, me acuerdo ¿Ocurre algo?
No nada grave. Nos ha escrito porque se encuentra en España. Está en Valladolid haciendo el doctorado en Literatura Española y como en Semana Santa tiene vacaciones, ha pensado hacernos una visita y pasar unos días por Andalucía.
Me parece muy bien le respondí, pero ¿Qué pinto yo en todo esto?
Mira, ya sabes cómo está el Restaurante en Semana Santa.
Mi hija Ana, entre el cuidado de los niños y echarnos una mano, apenas va a poder atenderle.
He pensado que tú que admiras tanto la Semana Santa y sabes cosas de historia, podrías explicarle lo que significa y darle algún paseo por Córdoba.
La verdad es que la visita no es nada oportuna pero no me he atrevido a decirle que no viniera.
No te preocupes Pepe, cuenta conmigo.
El día de Domingo de Ramos llegó Johnny. Nada que ver con el adolescente pecoso que yo recordaba.
Hablaba con soltura el castellano y pronto entablamos una animada conversación. Resulta que ya desde la primera estancia en España se despertó en él un gran interés por la literatura española y ahora aspiraba a ser Profesor en Michigan.
Llegas en un momento mágico le dije entusiasmado, hoy comienza la Semana Santa.
¿Qué es exactamente eso de la Semana Santa?, preguntó.
Es un tiempo en el que se rememoran los últimos días de la vida de Jesús, desde su entrada triunfal en Jerusalén hasta su muerte en la Cruz.
Te advierto que no soy creyente, me dijo. Es más, no deja de sorprenderme que estando ya próximo el Siglo XXI haya gente que se ocupe de estas cosas.
Quizás tu estancia en Córdoba te permita comprender….
Mira, a mi me importa Córdoba como patria de Góngora, poco…, muy poco más.
Me dejarás que te enseñe la Mezquita y que te acompañe a ver algunas procesiones.
Sí, no tengo problema. Eres muy amable conmigo.
Me dio la impresión de que tenía que acompañar a un ateo militante y convencido, que contaba además con el natural vigor que dan los 25 años y una vida que, según me contó, no había tenido especiales desgarrones si exceptuamos la separación de sus padres.
El día de Lunes Santo por la mañana, antes de ir a ver la casa donde murió Góngora, visitamos la Mezquita.
Nada más entrar le dije; ¿Te das cuenta Johnny de la atmósfera que hay en este recinto? Es un lugar sagrado, un espacio único. Fíjate que, desde su construcción, siglo tras siglo, ni un solo día se ha dejado de rezar a Dios en ella. Al Dios de los Musulmanes primero y al Dios de los Cristianos después. El mismo día de la reconquista de Córdoba se celebró aquí la primera misa.
La respuesta fue cortante.
No me interesa ni el Dios de los Cristianos ni el Dios de los Musulmanes. No me interesa Dios. No tengo eso que llaman fe. Yo sólo creo en mi PC, la energía nuclear, el ejército de EE.UU. y en unas buenas vacaciones en Copacabana.
Todas esas creencias, no te ofendas, me parecen supersticiones detestables, propias de gentes poco evolucionadas.
Después de esta andanada, queriendo congratularme con él, le llevé a la Plaza de la Trinidad a ver el lugar donde se encontraba la casa en la que murió Góngora.
Allí, frente a la estatua erigida en su memoria, entablamos una animada charla sobre los poetas de nuestro siglo de oro y recordamos la gran rivalidad que el poeta cordobés mantuvo con Quevedo y con Lope de Vega.
De repente se me ocurrió que podría interesarle San Juan de la Cruz y que podríamos visitar el convento donde estuvo alojado en su corta estancia en Córdoba.
Cuando se lo propuse su rostro se llenó de emoción y preguntó incrédulo ¿San Juan de la Cruz vivió en Córdoba?
Sí, le respondí: A unos pocos metros de aquí.
Aún con el rostro iluminado me dijo:
¿Sabes que es mi preferido? La poesía de Juan es pura música, puro fuego, pura pasión….
¡Hombre, me alegro de que en algo estemos completamente de acuerdo!. San Juan de la Cruz también es mi preferido.
Pronto estuvimos en la Calle Buen Pastor contemplando la placa colocada en lo que fue Convento de las Carmelitas Descalzas y en la que se recuerda la estancia en la ciudad del místico de Ávila.
Johnny espontáneamente empezó a recitar
Pastores los que fuerdes
allá por las majadas al otero
sí por ventura vierdes
aquel que yo más quiero
decidle que adolezco peno y muero
Música, música, repetía….
Bueno, música, música y más le dije.
¿No te das cuenta de que los versos son una metáfora del amor que el Alma siente por su Señor, por su Creador?
Música, música, sólo música.
Me resulta difícil creer que, sintiendo emoción por estos versos, no atisbes la presencia de quien los inspiró.
Es posible que Dios te esté buscando sin tu saberlo.
Johnny soltó una gran risotada
¿Qué cosas tienes?
En estas tierras le dije, se recuerdan unos preciosos versos de Lope de Vega que dicen:
¿Qué tengo yo que mi amistad procuras,
que interés se te sigue Jesús mío
que a mi puerta cubierta de rocío
pasas las noches del invierno oscuras?
¡Oh cuánto fueron mis entrañas duras,
pues no te abrí! ¿Qué extraño desvarío,
si de mi ingratitud el hielo frío
secó las llagas de tus plantas puras!
¿Cuántas veces el ángel me decía
Alma, asómate ahora a la ventana;
verás con cuanto amor llamar porfía
y cuantas, hermosura soberana
mañana le abriremos respondía
para lo mismo responder mañana
Ya has traído a colación a otro cura, respondió malhumorado.
Sí, pero Lope no se metió a cura de joven como Góngora, sino cuando la vida le había dado ya unas cuantas cornadas.
Después nos despedimos momentáneamente. Te espero esta tarde Jhony, quiero enseñarte más cosas
A las nueve de la noche comenzaron a sonar lánguidas y solemnes las campanas de San Lorenzo y después las de San Andrés.
Johnny había llegado a casa hacía una media hora.
Vamos a la calle Johnny, que va a pasar el Remedio de Ánimas
¿Quién?
El Cristo del Remedio de Ánimas.
A lo lejos, envuelto en humo y en silencio avanzaba el Santo Cristo. Detrás un coro cantaba el “Miserere”. Una saeta rasgó el aire. Todo se cargó de electricidad.
No deja de impresionarme ese Cristo, no deja de impresionarme le dije
Pero ¿Qué ves, que yo no veo? ¿Qué sacas de esto? ¿De qué te sirve?
Para mi es una muestra del inmenso amor de Dios a los hombres.
¿Amor de Dios a los hombres?
¿Tu crees que si Dios amase a los hombres consentiría que niños inocentes se muriesen de hambre o de sida? ¿Consentiría la tortura, los atropellos, el hambre, la explotación?
¿Crees que esto es Justo? ¿Qué clase de Justicia practica tu Dios?
Respóndeme tu que te dedicas a esto.
¿Es esto Justicia?
Johnny lanzaba sus preguntas lo mismo que el toro enrabietado lanza los pitones contra la taleguilla del torero.
Mira Johnny, las cosas no son tan sencillas. Dios no quiere las desgracias ni le agrada la injusticia.
Dios es luz y Cristo en la cruz es el faro que ilumina y salva, que no evita la injusticia, pero proclama bienaventurado a quien la padece.
¡No te entiendo, maldita sea, no te entiendo!
¿Cómo es posible que una persona formada como tu diga estas cosas?
Al día siguiente Johnny quiso visitar Medina Azahara.
Me las arreglé para pasar antes por las ermitas que se encuentran en la sierra de Córdoba, con el pretexto de la magnífica vista que desde allí puede contemplarse de la ciudad y de la campiña.
En cuanto vio las cruces me dijo receloso ¿Dónde me quieres llevar ahora?
Te llevo a un lugar al que durante siglos se han retirado algunos hombres a rezar en soledad y a hacer penitencia.
A este lugar se le conoce también como el Desierto de Nuestra Señora de Belén.
Tras las cruces vinieron las calaveras. Johnny entró en alguna de las diminutas casas que conforman el recinto, vio lo que guardaban y explotó. ¡Esto es surrealista!
¿Quién puede estar tan loco como para vivir así?
Me limité a preguntarle
¿Te gusta Quevedo?
Como no, respondió
Pues ahí van unos versos suyos:
Retirado en la paz de estos desiertos
con pocos, pero doctos libros juntos
vivo en conversación con los difuntos
y escucho con los ojos a los muertos
Si no siempre entendidos, siempre abiertos
o enmiendan o fecundan mis asuntos
y en músicos callados contrapuntos
al sueño de la vida hablan despiertos.
Por favor, me dijo. Llévame a Medina Azahara.
Tras la visita a la Ciudad que Abderramán III construyera para su favorita, me dijo que se marchaba unos días a visitar Sevilla y Granada
Volvió a aparecer el día de Viernes Santo por la mañana, venía a despedirse.
Casi no me atreví a invitarle a comer. Le dije que en casa teníamos una comida modesta porque era día de “ayuno y abstinencia”.
Desde luego ¡Qué cosas más raras hacéis!
Sólo es un símbolo, pero los símbolos nos ayudan a recordar que estamos en un tiempo especial, la Cuaresma, que comienza un día que llamamos “Miércoles de ceniza” porque acudimos a que el sacerdote deposite en nuestra cabeza un poco de ceniza.
Ese día, se lee un texto que dice
En el día de la gracia te escucho
En el día de la salvación te ayudo
Hoy es día de gracia
Hoy es tiempo de salvación (Corintios 6-2)
Esto representa para nosotros la Cuaresma.
Me dijo que Ana le había invitado a comer y quería conocer a su familia y despedirse.
Le tranquilicé sobre lo del ayuno pues el Obispo, dado el generalizado incumplimiento de este precepto, había dispensado de su observancia por lo que no dudase que Ana le daría muy bien de comer.
Claro, me dijo socarrón
“Si no puedes con el enemigo únete a él”,
Me agradeció las atenciones y la compañía; nos despedimos y nos intercambiamos las direcciones de nuestros respectivos correos electrónicos.
Pasaron cinco años y no hubo comunicación alguna.
En el año 2000, una tarde de Febrero me sorprendió recibir un mensaje suyo.
Entre incrédulo y curioso procedí a abrirlo.
Me contaba que obtuvo la plaza de profesor de Literatura Española, que conoció a una chica preciosa, que se casaron llenos de proyectos y que habían tenido un niño. Que el niño nació con parálisis cerebral.
Me detalló la cantidad de consultas, intervenciones quirúrgicas, tratamientos, estancias interminables en el Hospital.
¡Toda su vida echada a perder!
Todo lo llevé bien, me decía, hasta que Margaret sucumbió, bueno hasta que sucumbimos.
Nuestras vidas perdieron brillo, llegó un momento en que apenas nos soportábamos y decidimos que lo mejor era vivir separados.
Yo me quedé con el niño pues ella había iniciado ya una nueva relación.
Lo que mas me duele es el pequeño Brian, los niños le miran, algunos hacen bromas.
¡Me muero de dolor y estoy completamente solo!
Alguna vez pensé en escribirte y escupirte a la cara las hazañas de tu Dios pero no he podido, y creo que tampoco he querido.
He estado sumido en una profunda depresión, He tomado decenas de medicamentos y he visitado a varios psiquiatras y psicólogos. Ya me encuentro mejor.
He pensado mucho en aquellos días de Semana Santa en España. He recordado los ojos de los cordobeses cuando miraban a aquel Cristo.
Creo ahora comprender algo, me gustaría creer como ellos, pero… no puedo
He leído mucho; he leído la pasión de Jesús en los Evangelios. He leído de todo y de casi nada me ha servido.
Frecuentemente vienen a mi memoria los versos de Blas de Otero:
“Desesperadamente busco y busco
un algo, qué se yo qué, misterioso
capaz de comprender esta agonía
que me hiela, no se con qué, los ojos.
Desesperadamente, despertando
sombras que yacen, muertos que conozco
simas de sueño, busco y busco un algo
que se yo donde, sí supieseis cómo.
A veces me figuro que ya siento,
qué se yo qué, que lo alzo ya y lo toco
que tiene corazón y que está vivo,
no se en que sangre o red, como un pez rojo.
Desesperadamente, le retengo
cierro el puño, apretando al aire sólo…
desesperadamente, sigo y sigo
buscando, sin saber por qué, en lo hondo.
Alcé la frente al cielo: lo miré
y me quedé ¡por qué, oh Dios! Dudoso
dudando entre quien sabe, si supiera
qué se yo qué, de nada y de todo
Me gustaría viajar a España, pero en mis actuales circunstancias esto es imposible.
Por favor, ¡Cuéntame algo de Cristo Crucificado!
El mensaje me conmovió.
Siempre he tenido un enorme respeto por el sufrimiento, cualquiera que sea su causa. Me senté y escribí:
Querido Johnny:
Me alegro de volver a tener noticias tuyas después de tanto tiempo, aunque recibo con mucha tristeza lo que me cuentas. Espero que tu hijo experimente una progresiva mejoría que le permita afrontar la vida con ilusión y esperanza.
Intuyo que no estás enfadado con Dios, sino buscándole.
Buscándole “desesperadamente” como Blas de Otero.
Mira todo esto es un misterio absoluto que cae de lleno dentro de la dimensión espiritual y emocional de la persona, que nada tiene que ver con la razón.
Para los que hemos nacido en una familia cristiana y nos han educado en la fe, nos resulta relativamente fácil creer, pero comprendo que resulte complejo para quien ha carecido de estos precedentes.
Te has acordado de aquel Cristo de lunes Santo en Córdoba, el Cristo del Remedio de Ánimas. Te has acordado de los ojos de la gente y te preguntas:
¿Qué representa Cristo Crucificado? ¿Qué veían? ¿Por qué les servía?
Lo primero que te diría es que Cristo crucificado representa un descomunal escándalo.
Cristo crucificado representa la humillación y el escarnio
El profeta Isaías, llamado “el Evangelista del Antiguo Testamento” escribe:
“Le vimos sin aspecto atrayente
despreciado y evitado por los hombres
como un varón de dolores acostumbrado a sufrimientos
ante el cual se ocultan los rostros”
Cristo crucificado representa la soledad, el abandono, la desesperación y la pobreza.
No sólo fue abandonado por los hombres, por los discípulos más queridos, sino que sintió el abandono de su propio Padre:
¡Dios mío, Dios mío!
¡Por qué me has abandonado!
Este desgarrador grito de Cristo en la cruz da la medida del sentimiento absoluto de soledad y de pobreza.
Pobre no es el que carece de patrimonio, sino el que lo tiene todo en contra y en ese momento, Cristo experimentó la mas acentuada de las pobrezas
En nuestras conversaciones considerabas escandaloso un Dios que permitiese la injusticia.
Pues Cristo crucificado representa una monumental injusticia ya que no se merecía nada de lo que tuvo que soportar.
Cristo no hizo más que el bien y fue condenado a muerte.
“Sin defensa, sin justicia se lo llevaron
Como cordero llevado al matadero, no abría la boca”
La mujer de Poncio Pilatos le envió un mensaje
“No te metas con ese hombre, pues es un hombre justo”
Pero Cristo en la Cruz representa, sobre todo, la obediencia
No es la flecha la que ve el blanco, sino el arquero que otea el horizonte.
Dios Padre, arquero universal, siguiendo un plan trazado desde antiguo, envió a la Tierra a su propio hijo con una misión que cumplir.
Cristo nació de una mujer y resucitó saliendo de un sepulcro, pero en medio de todo el proceso está la Cruz. Nada tenía ni tiene sentido sin la Cruz.
Era preciso que Dios-Hijo muriese de la manera más ignominiosa imaginable y por ello Dios-Padre no atendió su ruego
Padre aparta de mi este cáliz,
Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya
Y el Padre, arquero universal, no impidió que la fecha alcanzase el blanco de su destino.
Por fin, Cristo, vuelto de nuevo los ojos a lo Alto, dijo:
¡Todo está consumado!
Y expiró.
Cumplida la voluntad del Padre, se abrían de par en par ante los hombres las puertas de la salvación, de la luz, la paz, el consuelo y la vida.
¡Qué verdad tan grande es eso de que “la paradoja es la verdadera identidad de todas las cosas de este mundo”!
Así:
Resulta que Cristo crucificado es luz
Luz en medio de las tinieblas
“No se enciende una vela para ponerla debajo del celemín, sino para que alumbre a todos los de la casa”
Comprendes ahora los versos de San Juan de la Cruz:
Que bien sé yo la fonte que mana y corre
aunque es de noche
Su claridad nunca es oscurecida
y sé que toda luz de ella es venida
aunque es de noche
Resulta que Cristo crucificado es perdón y paz
No hay bálsamo que alivie las heridas semejantes al perdón
Cristo maltratado y humillado se lo pidió al Padre:
¡Perdónales porque no saben lo que hacen!
El perdón es el mejor camino hacia la paz y la reconciliación
Resulta que Cristo crucificado es amor
En las Constituciones de los países y en las Declaraciones de Derechos Humanos se proclama la igualdad, la libertad y la justicia como valores fundamentales.
Todos estos valores cobran una dimensión nueva si los leemos a través del amor.
La igualdad no tiene ya sentido
“Quien quiera ser el primero que sea el último”
La libertad se puede perder por amor de Dios
¿Recuerdas a los ermitaños?
La justicia se convierte en poner la otra mejilla o darle la capa a quien tan sólo te requiere el manto.
Nada de esto se entiende sino desde el amor.
Resulta que Cristo muerto en la cruz es anuncio de vida
Fue una pena que no te quedaras para ver el domingo de resurrección.
Es el día de la explosión de la vida.
Además, quiero que sepas que en Andalucía no sólo existen cruces con Cristos muertos o agonizantes. Cada año, a primeros de mayo, cuando la primavera invade cada rincón de estas tierras se celebra la Cruz de Mayo y se reviste de flores y se baila y se celebra la vida a su alrededor
Resulta que Cristo crucificado es, en definitiva, la piedra angular
El desecho humano, el burlado, el escarnecido es la clave de un gran proyecto de salvación basado en el amor, la humildad y el perdón
A ningún hombre se le hubiese ocurrido semejantes disparates. Evidentemente la receta no es de este mundo. Es fruto de la revelación.
No es de extrañar que el mundo condene a Cristo pues trastoca todos sus planes,
“Sus caminos no son nuestros caminos”.
Te preguntas y me preguntas el porqué de aquellas miradas
¿Te parece poco que, porque Cristo murió injustamente en la Cruz, pueden mirarse diariamente en él cuantos padecen injusticias?
Cristo dolorido, es percibido con cercanía por los que sufren.
Cristo humillado, es reconocido por los marginados.
Cristo sólo, es consuelo para los que no esperan a nadie.
Cristo desesperado es entendido por los que en un momento determinado llegan a perder la esperanza.
Y pásmate, todos ellos reciben el nombre de “bienaventurados” y el mandato del perdón
Perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden
Me parece que has tu ya has perdonado a Dios y te has puesto en camino.
La Justicia humana condenó a Cristo sin causa y Cristo predica el perdón siempre.
Johnny no tardó mucho en responder
Me decía que estaba más tranquilo, que había madurado.
Me contaba que pasaba casi todo su tiempo con el pequeño Brian y que éste estaba haciendo grandes progresos. Que resultaba fascinante su compañía y, avergonzado me confesaba, que jamás pensó que lo que creyó que era una desgracia absoluta fuera a convertirse en su salvación.
Me mandaba unos versos de Rubén Darío:
Viajo entre sombras…. pero yo quisiera,
antes que la palabra quede muda
y el ojo sin visión, clavar mi duda
sobre las tablas de una cruz cualquiera
Afirmar y creer que cada cosa
se rige por un ímpetu lejano
y que en el alma universal se posa
a un tiempo maternal y silenciosa
la sabia providencia de una mano
Sentir, que cuando el dador de la vida
cruza silbando el aire y atraviesa
el corazón, hay alguien que me besa
en la sangrienta boca de la herida.
Escribí a Johnny, mostrándole mi alegría por la marcha de las cosas.
Le comenté la gran cantidad de personas que durante toda su vida se debaten entre el creer y el no creer, el sentir y el no sentir.
Algunos no han dejado de buscar a Dios durante toda su vida.
Yo creo que cuando empezaron buscarle ya le habían encontrado.
Le hablé de Unamuno y le dije que, si tenía curiosidad, averiguase el epitafio escrito en su tumba que se encuentra en el cementerio de Salamanca.
Le comenté que otros recibieron la revelación por sorpresa y lo comprendieron todo en un instante como García Morente, Decano de La Facultad de Filosofía y Letras de Madrid, una noche del año 1937 en una habitación de un Hotel de París.
En cualquier caso, detrás de estas búsquedas y de estos hallazgos se encuentran siempre experiencias vitales terribles, sufrimientos muy acusados.
Pero ¡qué serenidad sobreviene cuando tras la tempestad se alcanza el puerto!
Le remití unos versos de Pilar Paz:
Tú enriqueciste el mundo de repente
y anudaste los pájaros dispersos
archivaste las luces y los versos
y ordenaste las dudas por mi frente
De golpe, has hecho al mundo suficiente
exacta la palabra, exacto el terso
quieto lunar por el azul disperso
lleno el aljibe, el agua permanente
Y al darte así total, también te he dado
toda la paz, la voz, la sed, la duda,
el caminar, la sombra, el pensamiento…
Ahora me sobra todo lo guardado
déjame así por fin, porque desnuda
más vestida que un tallo me sustento.
En los meses sucesivos continuó el intercambio de mensajes, casi siempre en torno al pequeño Brian y a la fe.
En todo hubo progreso. Afortunadamente la parálisis de Brian no había afectado mucho a sus facultades mentales y las expectativas eran buenas.
No sabes, me decía, qué conversaciones mantenemos a través del ordenador. Con un dedo va pulsando las teclas y nuestras conversaciones son fluidas.
Me dijo que había comprendido eso de que “La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Ha sido el Señor quien lo ha hecho. Ha sido un milagro patente”.
Un día recibí un correo que contenía sólo los siguientes versos de San Juan de la Cruz:
Tras de un amoroso lance
y no de esperanza falto
volé tan alto, tan alto
que le di a la caza alcance
Supe entonces que Johnny había alcanzado la luz.
Hicimos planes, tenemos pendiente una visita a Córdoba en Semana Santa. Johnny quiere enseñar a Brian la Mezquita, las ermitas y el Cristo de Remedio de Ánimas.
Que nadie tenga la menor duda de que lo haremos.
AQUÍ TERMINA LA HISTORIA:
Señoras y Señores:
Es posible que el relato haya estimulado su imaginación.
Es posible que haya evocado recuerdos perdidos o sensaciones olvidadas.
Es posible incluso que les haya transportado a tiempos y espacios que un día resultaron familiares.
Por ello reclamo su atención y les recuerdo que estamos en medio de un proceso, un proceso a Jesucristo.
Quiero comunicarles que en esta ocasión Cristo va a ser juzgado por un Jurado popular.
Así, siguiendo las leyes vigentes, han sido elegidas al azar nueve personas de nuestra comunidad para emitir veredicto de inocencia o culpabilidad sobre el Hijo de Dios.
Ellos, aún antes de ustedes, han escuchado el relato que acaba de concluir.
Es más, el portavoz del Jurado me ha comunicado que han podido examinar con libertad documentos, así como oír testimonios y recabar los dictámenes que han creído oportunos sobre la vida y obra del acusado.
Llevan horas deliberando.
En algún momento, aún sin querer, he escuchado alguno de sus debates, alguna de sus afirmaciones.
Finalmente han acordado que cada uno de ellos deje constancia por escrito de su posición.
El portavoz me ha hecho saber que, en la Iglesia de Santiago, junto a Cristo, encontraré un sobre sellado que contiene la decisión y argumentos de cada uno de los integrantes del Jurado.
Allí procederé a su lectura y a dictar sentencia.
Por tanto, en compañía y custodia de la Centuria Romana, me dispongo a dirigirme a la Iglesia de Santiago.
2. EN LA IGLESIA DE SANTIAGO
Autoridades y pueblo de Montilla.
Es sabido que estoy aquí para concluir un proceso y dictar sentencia.
Quiero comunicarles que en esta ocasión Jesucristo ha sido juzgado por un Jurado popular.
Así, siguiendo las leyes vigentes, han sido elegidas al azar nueve personas de nuestra comunidad para emitir veredicto de inocencia o culpabilidad sobre el Hijo de Dios.
Ellos han escuchado el relato que acabo de exponer en el Salón San Juan de Dios.
Es más, el portavoz del Jurado me ha comunicado que han podido examinar con libertad documentos, así como oír testimonios y recabar los dictámenes que han creído oportunos sobre la vida y obra del acusado.
Ya han deliberado y han expresado por escrito su posición.
El portavoz del Jurado me ha hecho saber que, en esta Iglesia, junto a Cristo, encontraré un sobre sellado que contiene la decisión y argumentos de cada uno de sus integrantes.
Aún sin querer, he podido oír alguno de sus debates.
Tengo la corazonada que el observador atento podrá descubrir en los distintos veredictos la sombra, ya de Pilatos, ya de los miembros de Sanedrín, ya de los “Pedros” aterrorizados que reniegan de lo que más quieren, o de la Verónica compasiva.
Es más, es posible que analizando cada una de nuestras vidas, caigamos en la cuenta de que, según en qué ocasiones, hemos sido Pedro, Pilatos, Cirineo, Verónica, masa que grita enfurecida “crucifícale” o nos hayamos sentido nosotros mismos “crucificados”.
Voy a proceder en este momento a abrir el sobre y a dar lectura a los distintos veredictos:
Una persona ha dicho:
He advertido que tienes un carácter demasiado fuerte
Ya soy viejo y, aunque puedo comprender que la juventud es impetuosa e incluso recordar que antaño yo mismo participé de algunas inquietudes, se muy bien que ello conduce con frecuencia a conflictos.
Si no fuera porque probablemente te van a matar te aconsejaría que en el futuro fueses más dócil y suave.
Es mejor que la gente no tenga muchas convicciones y, si llegara a tenerlas, es esencial que esté dispuesta a abandonarlas si la ocasión lo requiere.
Pero tu te has empeñado en exigir compromisos férreos y permanentes. Esta actitud intransigente podría llegar a comprometer gravemente nuestra convivencia.
Por ello yo te declaro, culpable.
Otro ha dicho:
Eres arbitrario e injusto.
He analizado tu vida y he visto tu modo de proceder
Al hijo pródigo que te abandonó y malgastó su herencia, le recibiste con lágrimas en los ojos y le agasajaste, al mismo tiempo que ignorabas al hijo fiel que se quedó contigo y te sirvió como era debido.
En otra de tus parábolas reprendiste a los obreros que se quejaban porque habías pagado a los que trabajaron y soportaron el peso de todo el día, lo mismo que a los que llegaron los últimos y apenas trabajaron una hora.
Estas cosas hacen daño.
Has incurrido en injusticia y en arbitrariedad por ello yo te declaro culpable.
Un tercero dice:
Pones en riesgo la tradición
Todos los pueblos tienen un espíritu propio, un hecho diferencial. Algo que tienen como suyo y que hay que respetar.
Pero tu te has comportado siempre como un transgresor, como un provocador nato. Has escandalizado buscando la compañía de incrédulos y mujerzuelas. Has insultado a nuestros representantes, garantes de nuestras tradiciones y de nuestras costumbres.
Por eso, te maldigo, te maldigo Jesús y te declaro culpable.
Un militar ha dicho:
Eres un iluso que comprometes nuestra seguridad
Leyendo tu vida he llegado a la conclusión de que confías más en la bondad de las personas que en las armas.
Eres un ingenuo.
Si esta actitud irresponsable llegara a calar en los ciudadanos supondría una terrible amenaza para la paz.
Por eso yo te declaro, culpable
El quinto manifiesta:
Comprometes nuestro sistema económico
No te cansas de predicar la austeridad. Como si se pudiera vivir sin gastar un poco.
En el colmo de la insensatez has llegado a decir que el Hijo de Dios “no tiene casa donde reclinar la cabeza”. Si no hay casas no hay hipotecas y todo se iría al traste.
¿No te das cuenta con que felicidad se endeudan las jóvenes parejas para el resto de sus vidas?
Además, prometes curación sin medicinas. Nada de antidepresivos ni neurolépticos.
Ofreces medicinas cuyos principios activos son el amor y el perdón y eso no cotiza en bolsa.
¿Tienes idea del presupuesto de la industria farmacéutica? ¿Tienes idea de lo invertido en este sector? ¿Sabes algo de patentes?
Creo que no, por eso yo te declaro culpable
El sexto dijo:
Yo no creo en nada, pero me gusta estar con la mayoría
Te declaro culpable
El siguiente ha dicho:
Eres un sedicioso
Te has permitido llamar “bienaventurados” a los perseguidos por la Justicia que es la que representa el orden en nuestra comunidad.
Obrando así alimentas la insurrección.
Muchos sentirán deseos de amotinarse, de derribar las instituciones y estructuras establecidas y sobrevendrá el caos.
Creo que tengo el deber de evitarlo. Por eso yo te considero culpable
Aurora, vecina de Montilla ha dicho:
¡Bendito seas!
Me crie en este pueblo. Desde niña me hablaron de ti.
En mi vida ha habido de todo. Me casé con Rafael y hemos tenido tres hijos.
Pienso ¡Qué hubiera sido de nosotros sin ti!. Tu eres la fuerza que nos empuja, quien nos mantiene la esperanza, quien nos da consuelo.
Tú nos has acompañado durante las interminables horas de insomnio, cuando la angustia te impide respirar y te ahogas, cuando sientes que el suelo no te sostiene.
¡Qué hubiese sido de nosotros cuando el accidente de Paquito, o cuando la separación de Raquel!
Cuando no veíamos luz ni salida, apretábamos nuestras manos y rezábamos al Nazareno, ¡Nuestro querido Nazareno!
Nunca nos sentimos abandonados.
Hemos experimentado la dureza que supone a veces aceptar tu voluntad y el gozo de tu bondad y de tu misericordia.
No, yo no te puedo declarar culpable. Yo te declaro inocente y te bendigo.
Finalmente, un ladrón ha escrito:
“Jesús, acuérdate de mi cuando estés en el paraíso”
Ya ves Jesús, esta sociedad te desprecia, te maldice, se burla de ti, se permite darte consejos.
Puedo oír sus voces; piden tu condena, reclaman tu muerte.
Te he advertido que, antes de que dicte sentencia, tienes derecho a la última palabra y me has pedido que lea el siguiente Salmo
“Sólo en Dios se aquieta mi alma
pues de Él viene mi salvación
Solo Él es mi roca y mi salvación
Mi ciudadela, no vacilaré jamás.
¿Hasta cuándo habréis de ensañaros
contra un hombre solo
golpeándolo todos a una para derribarlo
como una pared que se desploma
como una tapia a punto de caerse?
Desde su altura tratan de derrocarme
Se complacen en la falsedad
Sólo en Dios se aquieta mi alma
Porque de Él viene lo que espero”
El proceso ha concluido.
Yo también soy flecha que ha de alcanzar el blanco.
Mi destino es dictar sentencia
Una vez hecho el recuento de votos y visto el parecer mayoritario de culpabilidad lo asumo como mío y dicto sentencia en los siguientes términos:
Te condeno Jesús por representar una severa amenaza para la guerra.
Te condeno Jesús porque pones en riesgo el orden establecido.
Te condeno por transgresor y extravagante.
Te condeno por iluso.
Te condeno porque tu luz pondría al descubierto nuestros enredos.
Te condeno a pena de muerte y a morir en una Cruz.
Así lo mando y así lo firmo.
En Montilla a 12 de Marzo de 2005



COMENTARIO
Con frecuencia oímos decir que si Jesucristo volviese hoy al mundo sería condenado de nuevo.
La sentencia pretende expresar las razones de esta percepción general y lo hace analizando la peripecia vital de un personaje de nuestro tiempo: “Johnny”.
Durante los meses que han seguido a la exposición de la sentencia, muchas personas me han preguntado si “Jhony” es un personaje real; otras me han pedido conocerlo.
Algunas quedan algo decepcionadas al saber que este joven americano amante de la literatura española es una invención del sentenciador, pero se consuelan pronto cuando caen la cuenta de que su existencia es muy real y verdadera en tanto que representa una realidad social evidente y palpable.
Puede decirse que todos llevamos dentro algo de “Johnny” y, que en mayor o medida, en uno u otro momento de nuestras vidas, todos podemos identificarnos con él.
El relato y sus alternativas dan pie a que emerjan los jurados que, a la postre, van a levantar el dedo acusador contra Jesucristo emitiendo veredicto de culpabilidad.
Dejaré para el final el examen de los distintos fallos. Antes quiero comentar algunas de las claves sobre las que he construido la Sentencia.
LOS ESPACIOS: CÓRDOBA Y JERUSALÉN
Existe un paralelismo entre los espacios que recorrió Jesucristo la Semana de Pasión y los que “Johnny” recorre por Córdoba. Así, Jesucristo fue aclamado en los populosos barrios de Jerusalén el día de su entrada triunfal en la ciudad; Tras su prendimiento fue llevado a los palacios y dependencias oficiales y, una vez condenado, emprendió el camino del “Gólgota” en las afueras de la ciudad, donde fue crucificado.
Del mismo modo, el protagonista del relato recorre en primer lugar el barrio cordobés de la judería, tanto para acceder a la Mezquita, como para trasladarse posteriormente a la Plaza de la Trinidad.
Se trata de calles estrechas y sombrías que discurren entre casas blancas llenas de flores y patios, por las que trastean sin parar transeúntes venidos de aquí y de allá. Calles bulliciosas por las que caminan sin prisas turistas y lugareños.
El día de Lunes Santo, por la noche, tuvo ocasión de recorrer el típico barrio de San Lorenzo y de San Andrés y arremolinarse junto a los cordobeses en torno al Cristo del Remedio de Ánimas, oír sus rezos y ver sus ojos.
En cambio, la plaza de la Trinidad, donde se encuentra la casa en la que murió Góngora y en la que se alza una estatua a su memoria, tiene un tono y unas hechuras completamente distintas. Se trata de un recinto amplio, flanqueado por casas nobles de corte palaciego. En alguna de ellas las banderas en los balcones revelan su condición de dependencias oficiales como lo eran el Palacio de Caifás, Herodes o Pilatos.
Finalmente, “Johnny”, como Jesús, es trasladado a las afueras de la ciudad, a un delicioso lugar de la sierra de Córdoba conocido como “Las ermitas” o “Desierto de nuestra Señora de Belén”, salpicado de cruces y casitas blancas, morada hasta no hace mucho de sufridos ermitaños.
Ortega y Gasset que vivió en Córdoba durante un corto periodo le dedicó a este espacio unas bellas páginas.
Con todo, fue el poeta local D. Antonio Fernández Grillo quien mejor supo captar el ambiente de este paraje en unos versos que han pasado a la memoria colectiva del pueblo de Córdoba:
Hay en mi alegre sierra
sobre las lomas
unas casitas blancas
como palomas
Les dan dulces esencias
los limoneros
los verdes naranjales
y los romeros
Allá junto a las nubes
la alondra trina
Allí tiende sus brazos
la cruz divina
Allí olvidan las almas
sus desengaños
Allí cantan y rezan
los ermitaños
FE Y POESÍA
No creo que se pueda explicar académicamente lo que es la fe. Pienso que se trata de una experiencia individual que cada persona vive, siente o percibe de manera íntima y particular.
No he encontrado mejor modo de abordar tema tan delicado que acudiendo a la poesía y plantear la cuestión como un combate que, desde la indiferencia hasta la luz, recorre estadios intermedios, cuando atormentados, cuando más serenos, de la mano de algunos de nuestros mejores poetas.
San Juan de la Cruz prende la llama cuando “Johnny” pronuncia los siguientes versos:
Pastores los que fuerdes
allá por las majadas al otero
si por ventura vierdes
aquel que yo más quiero
decidle que adolezco peno y muero
“Es posible que Dios te esté buscando sin tu saberlo”, le hace notar su anfitrión
Y firma el encuentro:
“Tras de un amoroso lance
y no de esperanza falto
volé tan alto, tan alto
que le di a la caza alcance”
Pero Juan no combate, la batalla se la deja a otros:
La invitación y el rechazo – Lope de Vega
¿Qué tengo yo que mi amistad procuras
que interés se te sigue Jesús mío
que a mi puerta cubierta de rocío
pasas las noches del invierno oscuras?
¡Oh cuánto fueron mis entrañas duras,
pues no te abrí!
La búsqueda desesperada – Blas de Otero
“Desesperadamente busco y busco
un algo, qué se yo qué, misterioso
capaz de comprender esta agonía
que me hiela, no se con qué, los ojos.
Desesperadamente, despertando
sombras que yacen, muertos que conozco
simas de sueño, busco y busco un algo
que se yo donde, sí supieseis cómo….
La duda serena – Rubén Darío
Viajo entre sombras…. pero yo quisiera,
antes que la palabra quede muda
y el ojo sin visión, clavar mi duda
sobre las tablas de una cruz cualquiera
Afirmar y creer que cada cosa
se rige por un ímpetu lejano
y que en el alma universal se posa
a un tiempo maternal y silenciosa
la sabia providencia de una mano….
La plenitud del encuentro – Pilar Paz
Tú enriqueciste el mundo de repente
y anudaste los pájaros dispersos
archivaste las luces y los versos
y ordenaste las dudas por mi frente
De golpe, has hecho al mundo suficiente
exacta la palabra, exacto el terso
quieto lunar por el azul disperso
lleno el aljibe, el agua permanente……
Si bien es cierto que no es fácil hablar de la fe como concepto, sí que se pueden hacer algunas afirmaciones en torno a ella basadas en la experiencia.
A la fe no se accede fácilmente desde la soberbia, la abundancia o la prepotencia.
No creo que desde estas premisas se pueda percibir por uno mismo, ni inculcar a otros.
Al contrario, es desde la humildad, el sufrimiento, la constatación de las carencias y debilidad personal desde donde se puede iniciar el viaje.
El “Johnny” triunfador y soberbio era inexpugnable parapetado en sus “seguridades”. Pero ni su PC, ni la energía nuclear ni el mismo ejército de los Estados Unidos le sirvieron de nada cuando sobrevino la frustración y el dolor. Entonces se acordó de los ojos de los cordobeses cuando miraban a aquel Cristo.
La fe no se puede imponer, la fe no se puede exigir, cualquier coacción obtendrá el efecto contrario al pretendido.
En la Biblia, en el Libro de los Reyes (19-2) se encuentra un pasaje aleccionador:
El Señor dijo a Elías:
Sal y quédate de pie en la montaña ante la presencia del Señor.
Y el Señor pasó.
Sopló un viento fuerte e impetuoso que descuajaba los montes y quebraba las peñas
Pero el Señor no estaba en el viento.
Después del viento, un terremoto.
Pero el Señor no estaba en el terremoto.
Tras el terremoto, un fuego.
Pero el Señor no estaba en el fuego
Y al fuego siguió un ligero susurro de aire.
Elías al oírlo se cubrió el rostro con su capa y salió fuera, porque en el susurro de aire estaba el Señor.
¡Cuántas guerras se han hecho en nombre de la fe! ¡Cuántos castigos se han prometido o ejecutado!
“Johnny” no es menospreciado cuando no entiende, cuando pregunta: ¿Qué ves que yo no veo? ¿Qué sacas de esto? ¿De qué te sirve?
“Johnny” no es peor ni mejor por esto, ni se hace por ello acreedor de cielos o infiernos.
La vida “descarriló” su vida y tuvo la suerte de encontrar y seguir una suave estela. Desde el abatimiento severo causado por el sufrimiento de su pequeño hijo pudo percibir a lo lejos una diminuta luz que entre vez y cuando aparecía y desaparecía cruel como un mal sueño, dejándole trastabillado y aturdido.
Pero, en esa suave estela, estaba el Señor.
La fe se resiste a argumentaciones intelectuales.
García Morente, Decano de la Facultad de Filosofía de Madrid, intentó “comprender” la fe desde la cátedra. No encontró por aquí el camino, sino cuando más abatido y desvalido se encontraba. En una humilde habitación de París, adonde se había trasladado con motivo de la Guerra Civil, sólo y lejos de los suyos a quienes aguardaba para viajar a Argentina, percibiendo como las esperanzas iniciales de hacerlo se tornaban en negros presagios.
El propio García Morente dejó escrito cómo llegó a percibir a Dios, a sentir su presencia, en lo que denominó “El hecho extraordinario”
Relata el sufrimiento y la zozobra:
“Aquellas noches fueron atroces. ¿Qué estaba haciendo de mi – pensaba – Dios, la Providencia, la Naturaleza, el Cosmos, ¿lo que sea?
La impotencia, la ignorancia, una sombra en derredor y nada, nada absolutamente, sino esperar la sentencia de los acontecimientos. ¡Esperad! ¿Y cómo esperar sin saber? ¿Qué esperanza es esa que no sabe lo que espera? Una esperanza que no sabe lo que espera es propiamente…. la desesperación.
Empezó a invadirme un sentimiento raro, una especie de depresión total, absoluta, de todo mi ser, una dejadez infinita, de la que salía, como por estímulo de un latigazo interior, para precipitarme en estados de sobreexcitación febril.
Pasaron cuatro o cinco días sin ninguna noticia. Mi angustia, mi congoja parecía llegar al paroxismo. Estaba a veces con entontecido y entumecido, sin pesar literalmente en nada. Otras veces me lanzaba a la calle y caminaba hasta que me rindiera el cansancio. Pero esto era peor, porque llegaba a casa fatigadísimo y, sin embargo, me era imposible dormir. A lo sumo, se apoderaba de mi durante una o dos horas una especie de modorra, un semisueño inquieto que no me aprovechaba”
Relata el “hecho extraordinario”
Estaban radiando música francesa: final de una sinfonía de César Frank; luego al piano la “Pavana para un infante difunto” de Ravel; luego, en orquesta, un trozo de Berlioz, “La infancia de Jesús”. No puede usted imaginarse lo que es esto, si no lo conoce; algo exquisito, suavísimo, de una delicadeza y ternura tales que nadie puede escucharlo con los ojos secos.
Cuando terminó cerré los ojos para no perturbar el estado de deliciosa paz en que esa música me había sumergido. Y por mi mente empezaron a desfilar – sin que yo pudiera oponerles resistencia – imágenes de la niñez de Nuestro Señor Jesucristo.
Vile en la imaginación caminando de la mano de la Santísima Virgen o sentado en un banquillo y mirando con grandes ojos atónitos a San José y a María.
Seguí representándome otros periodos de la vida del Señor; el perdón que concede a la mujer adúltera, la Magdalena lavando y secando con sus cabellos los pies del Salvador, Jesús atado a la columna, el Cirineo ayudando a Jesús a llevar la Cruz, Y así, poco a poco fuese agrandando en mi alma la visión de Cristo, de Cristo hombre, elevado en una Cruz, en una eminencia dominando un paisaje de inmensidad, un infinita llanura pululante de hombres, mujeres, niños, sobre los cuales se extendían los brazos de Nuestro Señor crucificado.
…//…
No cabe la menor duda de que esta especie de visión no fue sino un producto de la fantasía excitada por la dulce y penetrante música de Berlioz.
Pero tuvo un efecto fulminante en mi alma “Ese es Dios, ese es el verdadero Dios, Dios vivo; Esa es la Providencia viva – me dije a mi mismo – Ese es Dios, que entiende a los hombres, que vive con los hombres, que sufre con ellos, que los consuela, que los da aliento y los trae la salvación, porque entre Dios y el hombre había siempre una distancia infinita que jamás podría el hombre franquear.
Yo lo había experimentado por mi mismo hacía unas pocas horas. Yo había querido con toda sinceridad y toda devoción abrazarme a Dios, yo había querido entregarme a esa Providencia que hace y deshace la vida de los hombres ¿Y qué me había sucedido? Pues que la distancia entre mi pobre humanidad y ese Dios teórico de la filosofía me había resultado infranqueable. Demasiado lejos, demasiado ajeno, demasiado abstracto, demasiado geométrico e inhumano. Pero Cristo, pero Dios hecho hombre, Cristo sufriendo como yo, más que yo, muchísimo más que yo, a ese sí que lo entiendo y ése sí que me entiende. A ese sí puedo entregarle filialmente mi voluntad entera, tras de la vida. A ese sí que puedo pedirle, porque sé de cierto que sabe lo que es pedir y sé de cierto que da y dará siempre, puesto que se ha dado entero a nosotros los hombres”
….//….
Debí quedarme dormido. Mi memoria recoge el hilo de los sucesos en el momento en que despertaba bajo la impresión de un sobresalto inexplicable. No puedo decir exactamente lo que sentía; miedo, angustia, aprensión, turbación, presentimiento de algo inmenso, formidable, inenarrable, que iba a suceder ya mismo, en el mismo momento, sin tardar.
Me puse de pie, todo tembloroso, y abrí de par en par la ventana. Una bocanada de aire fresco me azotó el rostro.
Volví la cara hacia el interior de la habitación y me quedé petrificado. Allí estaba Él. Yo no lo veía, yo no lo oía, yo no lo tocaba. Pero Él estaba allí.
En la habitación no había más luz que la de una lámpara eléctrica de esas diminutas, de una o dos bujías, en un rincón. Yo no veía nada, no oía nada, no tocaba nada. No tenía la menor sensación. Pero él estaba allí.
Yo permanecía inmóvil, agarrotado por la emoción. Y le percibía, percibía su presencia con la misma claridad con que estoy percibiendo el papel en que estoy escribiendo y las letras – negro sobre blanco – que estoy trazando. Pero no tenía ninguna sensación, ni en la vista, ni en el oído, ni en el tacto, ni en el olfato, ni en el gusto. Sin embargo, le percibía allí presente con entera claridad. Y no puede caberme la menor duda de que era Él puesto que le percibía, aunque sin sensaciones.
¿Cómo es esto posible? Yo no lo se. Si se me demuestra que no era Él o que yo deliraba, podré no tener nada que contestar a la demostración, pero tan pronto como en mi memoria se actualice el recuerdo, resurgirá en mi la convicción inquebrantable de que era Él porque lo he percibido”
Sucedió esto la noche del 29 al 30 de Abril de 1937, momento en el cual el Profesor García Morente decidió hacerse sacerdote lo cual tuvo lugar años más tarde, ejerciendo un corto ministerio hasta su muerte sucedida en el año 1942
La fe no suele llegar de repente
El caso del Profesor García Morente ciertamente es excepcional, pues lo normal es que la duda planee mucho tiempo sobre la cabeza de los buscadores.
Rubén Darío lo expresa admirablemente:
Viajo entre sombras…. pero yo quisiera,
antes que la palabra quede muda
y el ojo sin visión, clavar mi duda
sobre las tablas de una cruz cualquiera
Unamuno es un buen ejemplo de búsqueda, con sus hallazgos y crisis de fe:
El epitafio puesto en su tumba que se encuentra en el cementerio de Salamanca no puede ser más expresivo
“Méteme Padre Eterno en tu pecho
misterioso hogar
dormiré allí, pues vengo deshecho
del duro bregar”
Existe un evidente paralelismo entre este texto y el Salmo 62 cuya lectura solicita Jesucristo ejercitando el derecho a pronunciar la última palabra:
“Sólo en Dios se aquieta mi alma
porque de Él viene lo que espero”.
LA DISCAPACIDAD
He querido personificar en el pequeño “Brian” un homenaje al mundo de la Discapacidad dado que este es el campo en el que, profesional e incluso extra-profesionalmente, he dedicado mis mayores desvelos.
Si el Fiscal es un “Promotor de Justicia”, según la denominación de nuestras viejas Leyes de Enjuiciamiento, yo no encontrado ámbito mejor que éste para hacerlo.
La Discapacidad física, psíquica y sensorial ha emprendido en las dos últimas décadas un camino que la ha conducido a la dignidad y a la vida.
Todos estamos satisfechos
No todo ha corrido la misma suerte. La senilidad o envejecimiento patológico está planteando retos de difícil solución.
Por fin, la situación de la Enfermedad y Trastornos Mentales presenta aspectos muy sombríos.
Quedémonos ahora con el recuerdo de “Brian” e imaginemos esperanzados su futuro.
LOS VEREDICTOS
Pretenden ser reflejo de la sociedad en que nos ha tocado vivir. Hay un poco de todo, aunque al final el recuento se inclina por la condena de Jesucristo.
En el fondo la explicación es sencilla; el mensaje de Jesucristo asusta, ofende o incomoda.
Los prolongados años de bienestar de nuestra sociedad han hecho que muchos jóvenes y no tan jóvenes carezcan de conciencia de escasez o de privaciones y vivan inmersos en una especie de paraíso terrenal en el que ni siquiera está prohibido probar el fruto de un solo árbol.
Nos llevamos bien, nos respetamos, producimos con gran eficacia y cada vez somos más ricos.
¿Dónde puede prender hoy el mensaje de Jesucristo?
Donde siempre, porque este jardín no es tan perfecto. Sigue habiendo heridas, injusticias, dolores y frustraciones como siempre.
Por ello siguen teniendo pleno sentido las Bienaventuranzas:
Bienaventurados los que lloran
porque ellos serán consolados
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia
porque ellos serán saciados
Tampoco se ha podido extirpar a las personas su deseo de trascendencia, su dimensión espiritual, a lo sumo, se ha logrado “anestesiar” a un amplio sector de la población.
Por otro lado, están los ricos y poderosos. Las estructuras del poder político y económico consideran de mal gusto algunos textos:
Por ejemplo, el “Magníficat”
“El hace proezas con su brazo
dispersa a los soberbios de corazón
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes.
A los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos”
No es extraño por tanto que, entre unos y otros, reúnan los votos suficientes para proclamar a Jesucristo “culpable”.
Haré un breve comentario de cada uno de ellos:
Hemos advertido que tienes un carácter demasiado fuerte
El mensaje de Jesucristo es directo y rotundo:
“El que quiera venir tras de mi,
niéguese a si mismo
tome su cruz cada día
y sígame” (Lucas, 9-23)
“El que pone la mano en el arado
y sigue mirando atrás
no es digno de mi” (Lucas 9-62)
Qué estridentes resultan estas apelaciones en una sociedad empapada del denominado “pensamiento débil” cuyos compañeros de viaje son el “relativismo” (según el cual todo es opinable, todo es defendible) y el “bonismo” (que trata de persuadirnos de que todo el mundo es bueno y digno de estima)
El mito roussoniano según el cual “todas las personas son buenas por naturaleza” ha arraigado con fuerza en nuestra sociedad. Sin embargo, esto no es más que un mito porque, desgraciadamente, no todas las personas practican la bondad
Tampoco es verdad que todo sea relativo (el norte no puede ser el oeste ni el oeste el sur), ni que todo sea bueno con moderación, pues el asesinato con moderación no es bueno.
En definitiva, parece haber una confabulación para negar la existencia del mal, de lo nocivo o al menos, no se considera de buen gusto ponerlo de manifiesto. A lo sumo, “lo podemos hablar”.
Nadie pone en duda que el diálogo es necesario y que la tolerancia es una gran virtud, pero al propio tiempo hay que reconocer, que no todo es negociable ni tolerable y que la moderación y la prudencia deben aplicarse también a la prudencia y a la moderación.
Por eso, ¡Qué recio resulta el mensaje de Cristo! ¡Qué áspera su llamada a la autenticidad y la coherencia”
Es comprensible que exista, por este motivo, un veredicto de culpabilidad.
Eres arbitrario e injusto
No creo que de la lectura de los Evangelio se obtenga la percepción general de un Jesucristo “injusto”, más bien al contrario. Lo que ocurre es que encontramos algunos pasajes en los que, a la aséptica justicia de los hombres, antepone Cristo la doctrina del amor.
En la parábola del hijo pródigo, el otro hijo que se quedó sirviendo a su padre se queja amargamente:
“Hace ya tantos años que te sirvo
sin desobedecer jamás tus órdenes
y nunca me has dado ni un cabrito
para celebrar una fiesta con mis amigos.
¡Ahora llega ese hijo tuyo
Que se ha gastado toda su fortuna con malas mujeres
¡Y tú le matas el ternero cebado! (Lucas 15-29)
También María se queja ante Jesús por la actitud de su hermana Marta:
“Señor, ¿te parece bien que mi hermana me deje sola con las faenas?
Dile que me ayude.
Motivada por el intenso amor, la alegría del encuentro proporciona la ocasión para vivir un momento extraordinario, un acontecimiento gozoso que se exterioriza en la fiesta, en el bullicio ajeno a lo cotidiano.
En estos momentos prima el amor y éste no entiende de justicia e injusticia:
Conocida es la carta de San Pablo a los Corintios (I, 13)
El amor no lleva cuentas del mal
todo lo tolera
todo lo excusa….
Más allá de estas consideraciones, no puede decirse que los hombres acaben de tener claro lo que es justo e injusto
Y es que existe:
La justicia de los Códigos y la justicia verdaderamente aplicada
La justicia de un solo día y la justicia de todo un año.
La justicia de “café” y la justicia de que hablan los periódicos.
La justicia soñada y la justicia obtenida
La justicia de cuando me pasa a mi y la justicia de cuando les pasa a los demás, etc…
Es posible que entre los entresijos que dejan todas ellas pueda llegarse a atisbar la Justicia verdadera.
Lo que sí puedo percibir es que la generosidad y la flexibilidad no deben ser completamente ajenas a la justicia.
Llama la atención como, cuando las sociedades viven acontecimientos gozosos, se plantean redenciones y amnistías, como una especie de “borrón y cuenta nueva” que permita afrontar el futuro con otras miras.
No estaría mal aplicar esta receta a los pleitos cotidianos.
Pones en riesgo la tradición
Cuando parecía que la globalización iba a sepultar a los localismos se ha producido un fuerte enquistamiento de éstos, probablemente como reacción a aquél fenómeno.
Hay un sector dispuesto a todo antes de que se toquen ciertas cosas.
La tradición se actualiza y perpetúa a través de símbolos y ritos.
Cristo condenó reiteradamente a quienes limitaban la fe a la mera observancia de ritos y formalidades:
Ya profetizó Isaías:
“Este pueblo me honra con los labios
pero su corazón está lejos de mi
en vano me rinde culto
enseñando doctrinas que son preceptos humanos”
Los fariseos fueron objeto de las represiones más severas
“Vosotros los fariseos
limpiáis por fuera la copa y el plato
pero vuestro interior está lleno de rapiña y de maldad
“Misericordia quiero y no sacrificios”
La tradición puede representar una invitación, una mano abierta o un puño cerrado dispuesto a golpear. En cualquier caso, serán los que cobijan sus prebendas y privilegios detrás de los estandartes, quienes alzarán más fuerte su voz pidiendo la condena de Jesús.
Eres un iluso que comprometes nuestra seguridad
La historia de la humanidad es la crónica de miles y miles de conflictos. La paz ha sido siempre un bien escaso.
La naturaleza humana es proclive al enfrentamiento. Los hay personales, vecinales y nacionales.
En el Antiguo Testamento, Dios aparece como un combatiente junto a su pueblo en guerra.
El mensaje de Jesucristo es radicalmente distinto. Detesta el uso de las armas:
En el prendimiento reprende a quien usó la espada contra un criado del Sumo Sacerdote” (Mateo 26-47)
“Vuelve la espada a su sitio
que todos los que usan la espada
a espada morirán»
Y respondió a Pilatos (Juan 18-33)
“Mi reino no es de este mundo
Si mi reino fuera de este mundo mis súbditos lucharían para que no fuera entregado a los judíos
Pero mi reino no es de aquí.
La doctrina de Cristo, que aconseja “poner la otra mejilla” frente a las agresiones, se presenta como inaceptable y perturbadora.
Comprometes nuestro sistema económico
Jesucristo no despreció ni evitó a los ricos, le interesó más su actitud respecto de la riqueza.
Sintió tristeza por el virtuoso joven rico que no fue capaz de desprenderse de su patrimonio a favor de los pobres para así alcanzar la perfección. (Mateo 19-16)
No ocultó en cambio su simpatía por Zaqueo que arrebatado proclama su voluntad de entregar a los pobres la mitad de su fortuna y de compensar a aquellos de quienes pudiera haberse aprovechado (Lucas, 19-1)
Pero es en la parábola del rico Epulón (Lucas 16-19) donde Jesús contempla el binomio riqueza-pobreza, desde la óptica de la justicia.
“Había un hombre rico que vestía de púrpura y lino
y banqueteaba a diario espléndidamente.
Un pobre llamado Lázaro, cubierto de úlceras
estaba sentado a la puerta del rico.
Quería quitarse el hambre con lo que caía de la mesa del rico.
Existe un apelativo ético que urge a corregir y a aliviar esta situación.
De un lado se situarán los dispuestos a caminar en esta dirección y a compartir de modo sincero.
De otro, los que se mostrarán dispuestos a hacerlo pero se cuidarán mucho de no llevar las cosas demasiado lejos.
Serán éstos los que, llegado el caso, expondrán los más convincentes argumentos para condenar a Jesucristo.
Eres un sedicioso
El respeto a las instituciones es un valor esencial en cualquier sociedad y el mantenimiento del orden público es necesario para la convivencia.
Jesucristo fue en esto demoledor
Insultó y ridiculizó a los fariseos, arrojó del templo a los mercaderes. Como contrapunto tuvo trato con personas “de mal vivir”. Se mostró, en definitiva, como un transgresor lacerante que se granjeó pronto la enemistad y el odio de los garantes del orden.
Hoy, como entonces, existen instituciones que no funcionan como tendrían que funcionar, que no sirven a quien tendrían que servir.
Sus responsables aceptarán las críticas, pero no la expulsión del sistema.
Yo no creo en nada, pero me gusta estar con la mayoría
Si páginas atrás se contraponía el “pensamiento fuerte” al “pensamiento débil”, ahora presentamos un nuevo producto surgido de la evolución de este último; “el no pensamiento”
El no pensamiento es propio de la denominada “post-modernidad”. Mucha tecnología y nada de profundidades. El no pensamiento, en lo ideológico, siempre está a temperatura ambiente, caliente cuando hace calor y frío cuando hace frío. Como carece de perspectiva histórica se diría que estrena el mundo cada día. En general viven en el “limbo” y viven muy bien pues como no perciben los riesgos ni las consecuencias de muchos fenómenos se puede decir que ni sufren ni padecen.
¡Bendito seas!
La persona que llega a sentir el amor de Dios, a percibir su presencia en tantas cosas, no podrá renegar de Él. Más bien al contrario, lo considerará como el mayor bien que posee.
Recordemos la experiencia de García Morente.
En el Evangelio, Cristo dice: (Mateo 13-44)
“El reino de Dios es semejante
a un tesoro escondido en el campo.
El que lo encuentra lo esconde y, lleno de alegría,
va y vende todo lo que tiene y compra aquel campo”
Como escribió Santa Teresa de Jesús:
“Quien a Dios tiene
nada le falta
Sólo Dios basta”
Véngale desamparos
Cruces, desgracias
Siendo Dios su tesoro
nada le falta
¡Qué bien expresan los versos de Pilar Paz ese sentimiento!
De golpe, has hecho al mundo suficiente
exacta la palabra, exacto el terso
quieto lunar por el azul disperso
lleno el aljibe, el agua permanente
…//…
Ahora me sobra todo lo guardado
déjame así por fin, porque desnuda
más vestida que un tallo me sustento.
Aurora y Rafael, vecinos de Montilla, representan la religiosidad sencilla, serena y profunda. Han experimentado la dureza que supone a veces aceptar la voluntad de Dios y el gozo de sentir su bondad y su misericordia.
No, ellos no pueden condenar a Jesucristo. Ellos bendicen su nombre.
Jesús, acuérdate de mi cuando estés en el paraíso
Jesucristo mostró una especial sensibilidad por los descarriados y los arrepentidos. Son numerosas las parábolas que expresan este mensaje.
El buen ladrón que suplica a Jesús “acuérdate de mi”, representa a todas las personas que, aún reconociendo sus faltas, no renuncian a seguir mirando a lo alto.